Artículo escrito por Victor Morales, Victor Morales es pianista y director de orquesta, profesor de historia de la música, piano complementario y música de cámara. Actualmente está embarcado en un ambicioso proyecto con músicos jóvenes dirigiendo la Orquesta Allegro Ciudad Lineal, cuyos ensayos son todos los sábados por la mañana.
En este año 2011 se dieron cita la conmemoración de importantes efemérides en relación con el mundo de la música. Sin ir más lejos, es destacable el aniversario del bicentenario del nacimiento de Franz Liszt (Raiding 1811- Bayreuth 1886), quien ha sido y es uno de los compositores más admirados e interpretados de todos los tiempos.
Pero si de evocar el recuerdo se trata, no podemos desdeñar, ni pasar por alto la figura de quien hizo de la sinfonía y la grandiosidad una forma de expresión personal única y un vehículo de evolución y desarrollo de la tradición germánica, heredada desde Bach hasta Bruckner, pasando por Mozart, Beethoven, Brahms y Wagner, quien le influyó definitivamente durante su época de estudiante y del que se convirtió en uno de los más fieles intérpretes.
Es del compositor bohemio, Gustav Mahler (Kâlistê 1860-Viena 1911), de quien estamos hablando y de quien en el pasado año se cumplió el centenario de su muerte.
Mahler, despierta una gran curiosidad dada la cantidad de paradojas que hay en su vida personal y profesional.
Tras darse a conocer en su infancia como un virtuoso y niño prodigio del piano, en los años de estudiante, no consiguió la prestigiosa Medalla de Plata que otorgaba el Conservatorio de Viena, a pesar de haber obtenido durante su formación premios de piano en varios cursos. En estos años dentro de la institución, se centró en los estudios de Armonía y Composición y tuvo la oportunidad de conocer a compositores ilustres, como Hugo Wolf, a quien tuvo como compañero y Anton Bruckner, del que asistió a varias conferencias. Tuvo también la oportunidad de hacer sus primeras incursiones en el mundo de la dirección de orquesta, dirigiendo la orquesta de estudiantes en varias ocasiones.
Será esta faceta la que posteriormente desarrollará con más reconocimiento y éxito. Esto es lo que le dio fama y popularidad en vida, llegando a ostentar cargos tan importantes como el de Director de la Ópera de la Corte de Viena (Wiener Hofoper), lo que obligó al compositor a renegar de sus raíces judías y convertirse al catolicismo, para poder conservar el puesto. Por esta razón se ganó la hostilidad de la prensa antisemita de la época, pero gracias a su talento y a su visión innovadora en sus producciones de las óperas de Mozart y Wagner, sobre todo, se ganó el reconocimiento y el respeto, llegando a ser considerado uno de los directores más importantes del momento. Cuando cesó su compromiso con el coliseo vienés, aceptó la titularidad del Metropolitano de Nueva York (Metropolitan Opera House), compaginando este cargo con la regencia de la Filarmónica de la misma ciudad hasta el día de su muerte.
Como compositor y tal vez por el hecho de darse a conocer como director de ópera, resulta paradójico que no produjera ni una sola obra de carácter operístico, salvo su obra de juventud Herzog Ernst von Schwaven (El Duque Ernesto de Suabia) de la que no se conservan ni el libreto ni la música. Esta fue la manera de expresar sus sentimientos por la muerte de su hermano Ernesto. Así pues, centró su interés en el Lied y en la sinfonía.
Las sinfonías segunda, tercera, cuarta y octava y Das Lied von der Erde (La canción de la tierra), están concebidas bajo el prisma de ambos géneros. El contenido de su música resulta de una heterogeneidad abrumadora, en la que nos podemos encontrar cualquier material aprovechable, sin tener en cuenta si se trata de fragmentos originales o procedentes de otras obras y estilos. En Mahler la sinfonía va mas allá de los cánones y conceptos establecidos en la que el compositor se presenta como un “creador de mundos sonoros con todos los medios posibles”, como él mismo afirmaba. Podemos decir que para él componer era en parte como una forma de reciclar el material para darle una nueva función en el marco de una nueva concepción. Esto dio lugar a obras de unas proporciones inmensas, llenas de melodías populares, marchas, fanfarrias militares y de un uso particular de la armonía, introduciendo una visión muy personal del acorde, el cual se ve despojado de su condición de función estructural para convertirse en un medio de expresión en sí mismo, mediante su cromatización, que a la vez hereda de las obras de Richard Wagner como el “Tristán e Isolda”. Estos aspectos, así como un uso permanente de la disonancia, más el alejamiento de su música de cualquier aspecto que pudiera recordar el concepto clásico de orden en una sinfonía, hizo que su trabajo como compositor se viera alejado e incomprendido por un sector muy amplio de la crítica y público. No obstante, resultó ser el paradigma de las nuevas generaciones de compositores, como los que representaban a la Segunda Escuela de Viena, con Arnold Schoenberg a la cabeza, quien le dedicaría su “Tratado de Armonía” y sus discípulos Anton Webern y Alban Berg.
Su obra se extiende en un ciclo de 10 sinfonías, aunque esta última quedó esbozada pero inconclusa, algunas obras de juventud, como el cuarteto con piano y varios ciclos de Lieder que presentó en diferentes versiones. Estos son los siguientes:
Lieder eines fahrenden Gesellen (“Canciones de un compañero de viaje”), Des Knaben Wunderhorn (“El cuerno mágico de la juventud”), sobre canciones populares alemanas, Kindertotenlieder (“Canciones a los niños muertos”) y los Rückert-Lieder, sobre textos del poeta alemán Friedrich Rückert en ambos casos y la cantata Das Klagende Lied (“La canción del lamento”).
La música de Mahler ha sufrido periodos de ostracismo por culpa en parte a su carácter innovador y en gran medida por la llegada del nazismo a Europa y particularmente a Austria y Alemania, que la tachó de “degenerada”. La condición de judío del autor, también ayudó a que esto fuera posible. No obstante, a pesar de esta circunstancia, Mahler años antes mostraba una actitud visionaria vaticinando que su música algún día estaría en el lugar que le corresponde, haciendo la siguiente afirmación: “Mein Zeit wird kommen” (mi época está por llegar) y así ha sido, ya que años más tarde y gracias al apoyo de varias generaciones de directores de orquesta, paulatinamente ha ido accediendo al puesto más alto, siendo programada en la actualidad de manera casi obligada en prácticamente la totalidad de las orquestas del Mundo. Entre estos directores se encuentran Bruno Walter, Otto Klemperer y posteriormente Bernand Haitink, Leonard Berstein, Michael Tilson Thomas, Claudio Abbado, Zubin Metha y Daniel Barenboim, por nombrar algunos.
Victor Morales
Director de orquesta
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Victor Morales también escribió De orquestas sinfónicas juveniles.
Bibliografía sobre Gustav Mahler.
La Grange, Henry-Louis de (1995). Gustav Mahler Volume 2: Vienna: The Years of Challenge (1897–1904). Oxford, Reino Unido: Oxford University Press. ISBN 0-19-315159-6.
La Grange, Henry-Louis de (2000). Gustav Mahler Volume 3: Vienna: Triumph and Disillusion (1904–1907). Oxford, Reino Unido: Oxford University Press. ISBN 0-19-315160-X.
La Grange, Henry-Louis de (2007). Gustav Mahler Volume 4: A New Life Cut Short (1907–1911). Oxford, Reino Unido: Oxford University Press. ISBN 0-19-816387-8.
Cooke, Deryck (1980). Faber Music. ed. Gustav Mahler: An Introduction to his Music. Londres
Mahler, Alma (1978). Gustav Mahler: Recuerdos y cartas. Taurus. ISBN 84-306-1157-6
Lebrecht, Norman (2011). Alianza. ed. ¿Por qué Mahler?. Cómo un hombre y diez sinfonías cambiaron el mundo. Madrid. ISBN 878-84-206-5121-7.
José Luis Pérez de Arteaga, Mahler. Madrid: Editorial Antonio Machado Libros, 2007, 2.ª ed. renovada y ampliada con numerosos e importantes datos adicionales. ISBN 84-7774-443-6