Parece ser que la primera radiodifusión de la historia fue en la Nochebuena de 1906 en Massachusetts, es decir, hace poco más de 100 años. Y aún no hace ni 100 años de las primeras retransmisiones regulares de entretenimiento que se remontan a la Argentina de 1920.
Las primeras emisiones de televisión con programación comenzaron entre 1936 y 1939 en Estados Unidos e Inglaterra.
Yo he nacido con radio y televisión, y a lo largo de mi vida he sido testigo del desarrollo de los ordenadores, la telefonía móvil e Internet. Sin embargo, todo esto no tiene más de un siglo de historia y se ha montado toda una industria que mueve millones y millones de dólares o euros.
La tecnología hizo posible que, por ejemplo, anteayer estuviera leyendo un libro sobre Gustav Mahler sentado en una terraza mientras tomaba un refresco a la vez que escuchaba su 2ª sinfonía “Resurreción” con los auriculares.
Una persona como yo, hace tan solo 100 años, no escucharía música más que cuando asistiera a un acto social (si es que tenía esa oportunidad), no hablaría más que con los miembros de su familia o vecinos del barrio, pueblo o ciudad.
Hoy, estas líneas las pueden leer en cualquier parte del mundo casi de inmediato. Me pregunto que pensará una persona como yo dentro de 100 años, en 2112, cuando mire atrás y vea que una buena parte de las personas de comienzos del siglo XXI tenían el mundo a sus pies, condensado en dispositivos móviles, y que no hacían más que llenarse la boca de Google, Twitter, Facebook, LinkedIn… y aún no sabían cómo manejar sus vidas.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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