Proseguimos con el debate de la serie Cómo lograr que los niños se interesen por la música de concierto. Para leer los anteriores artículos sobre este mismo asunto: Parte I, Parte II, Parte III.
A continuación la traducción del artículo de Robert Greenberg. El original en inglés se puede leer AQUÍ.
Soy lo bastante inocente como para creer que casi toda la música – en un nivel u otro – es accesible a casi todas las personas. Obviamente, me he cubierto las espaldas, porque la mayoría de seres humanos que tienen sentimientos evitan con muy buen criterio algunos géneros musicales – el rap gangsta extremo y el rock racista o el punk nazi, por ejemplo. Pero vayamos al asunto: la inmensa parte de la música de nuestro planeta – del blues y jazz al zydeco, del blue grass al raga del norte de la India, al gamelán indonesio, a la percusión del África occidental y a las trompetas del las montañas de Bután (por nombrar tan solo unos pocos) – es de una belleza y calidad duraderas y tiene algo real y potente que ofrecernos a cada uno de nosotros.
La prueba de la atracción inmediata para la mayoría de las personas es la reacción de los niños ante la música. Por mi experiencia, hasta que los niños no se hacen abiertamente conscientes de sí mismos y comienzan a discriminar subjetivamente las cosas (en algún momento entre los 6 y 9 años), no hay criaturas más musicales en el planeta. A la más mínima, los niños cantan sin inhibiciones y bailan al ritmo de casi cualquier cosa con una alegría y un desenfreno ante los cuales no podemos más que quedarnos maravillados. No distinguen la “buena música” de la “mala música”, la “correcta” de la “incorrecta”, la “música moderna” de la “compuesta por personas muertas”, el “estilo gangnam” del de “Mozart”; a los niños les gusta casi TODO y demuestran su entusiasmo de forma espontánea.
(Así que por eso, cuando ciertas personas me dicen que la ópera – con su canto continuo – es “antinatural”, les sugiero que observen a un grupo de niños jugando. La mitad de las veces, los niños se canturrean las palabras a sí mismos o unos a otros, y haciendo eso, demuestran lo que cualquier cantautor y compositor de ópera sabe: que al añadir inflexión musical a las palabras, uno intensifica un porrón de veces el significado y los sentimientos que hay detrás de esas palabras. En verdad, por muy tonto que en ocasiones pueda parecer, no hay nada más natural que la ópera.)
Mañana: sugerencia número uno para lograr que los niños se interesen por la música.
Robert Greenberg
Entonces, ¿nos leemos mañana?
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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