Cuando imparto clases de idiomas en empresas, procuro impregnarlas de la metodología del coaching. Hace un par de semanas, un alumno con quien llevaba meses compartiendo estudios y metodologías de Jim Collins, Steven R. Covey, Jennifer Sertl, Edward de Bono, Daniel Pink -a fin de mejorar no solo su nivel de inglés sino también ampliar sus perspectivas de liderazgo-, me comentó que le habían regalado un librito titulado El arte de la prudencia de Baltasar Gracián y que había comenzado a leerlo despaciosamente, saboreándolo. Quería dejar de leer libros de gestión y liderazgo en inglés durante algún tiempo y había descubierto que ese librillo -originalmente titulado Oráculo manual y arte de prudencia- era el refrendo de buena parte de los temas que habíamos abordado en los meses anteriores. Su comentario despertó mi curiosidad, pues este alumno destaca no solo por su interés por mejorar día día su nivel de inglés, sino también por su deseo de liderar personas en la industria del siglo XXI.
Así que después de la clase, me fui directo a una librería y compré un ejemplar del libro de Baltasar Gracián. Hasta aquí, nada de especial, ¿no? Sin embargo, lo verdaderamente llamativo es que la edición inglesa de este libro, que lleva por título The Art of Worldly Wisdom (El arte de la sabiduría de este mundo), llegó a ser un de los libros más vendidos en los años 90 del pasado siglo desde que Christopher Maurer hiciera su traducción al inglés -existe otra traducción más antigua, de finales del siglo XIX, que hizo Joseph Jakobs. ¿Y por qué digo que es llamativo? Pues porque 366 años después de la edición española del libro de marras, Baltasar Gracián se ha convertido en un icono de la gestión y del liderazgo empresarial en lengua inglesa para muchas personas. Eso suscitó una inquietante pregunta en mí: ¿valoramos verdaderamente las aportaciones de los clásicos españoles? Quizás se cumpla una vez más ese odioso dicho de que uno nunca es profeta en su tierra…
El comentario de mi aventajado alumno me sirvió para aprender de él y contribuyó a agudizar mi ingenio, profundizar en mi juicio y gustar de utilizar a Gracián para enseñar inglés en las empresas y promover el liderazgo del siglo XXI.
“Tres cosas hacen un prodigio, y son el don máximo de la suma liberalidad: ingenio fecundo, juicio profundo y gusto relevantemente jocundo. Gran ventaja concebir bien, pero mayor discurrir bien, entendimiento del bueno. El ingenio no ha de estar en el espinazo, que sería más ser laborioso que agudo. Pensar bien es el fruto de la racionalidad. A los veinte años reina la voluntad, a los treinta el ingenio, a los cuarenta el juicio. Hay entendimientos que arrojan de sí luz, como los ojos del lince, y en la mayor oscuridad discurren más; haylos de ocasión, que siempre topan con lo más a propóstito. Ofréceseles mucho y bien: felicísima fecundidad. Pero un buen gusto sazona toda la vida” – Baltasar Gracián (1601-1658), Oráculo manual y arte de prudencia, 1647.
A tu juicio y voluntad, lector, encomiendo la elección de dejar más abajo un comentario o, aún mejor, practicar el arte de la sabiduría en este mundo…
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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