En 2012 visité Kiev en dos ocasiones, julio y septiembre. Durante mi segunda visita, en otro lugar lejano, Londres, se celebraban los Juegos Paralímpicos, y ya entonces me emocionó ver ganar la medalla de oro a la nadadora ucraniana de 14 años Victoria Savtsova. De hecho, escribí un pequeño artículo titulado “Victoria Savtsova un ejemplo de grandeza y superación”. Por aquellos días, Ucrania parecía ser un país con un gran futuro por delante. Sin embargo, apenas un año y medio más tarde, resulta que este país está al borde de una guerra civil que yo espero jamás se produzca. En honor y solidaridad con el pueblo ucraniano y con algunos amigos que allí tengo, independientemente del color político que tenga cada persona, quisiera transmitir el siguiente mensaje:
La discapacidad de Victoria Savtsova no le impidió superarse, ganar una medalla de oro y ser un ejemplo grandeza. Confío en que la maltrecha situación por la que atraviesan los ucranianos tampoco les impida superarse, ganar su futuro de oro y ser un ejemplo de grandeza.
En estos momentos, reitero el mensaje con que Benjamin Britten termina el Agnus Dei de su Requiem de Guerra: Dona nobis pacem (Danos la paz):
Michael Thallium
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