“Yo no me iría. Tienes un sueldo fijo todos los meses. ¡Y menos aún por baja voluntaria! Mejor que te echen, así te indemnizan o tienes derecho a paro. La situación económica y política es muy inestable. La cosa está muy mal. Eres asalariado. No tienes colchón económico, ¿a dónde vas a ir con 50 años?” Estas y otras tantas observaciones las he escuchado con frecuencia en las últimas semanas. Normalmente suelen decírtelas personas que te aprecian, bien intencionadas. A veces uno también busca el consejo. Sin embargo, al final, la decisión de marcharse la toma uno a solas. Quizás la gente piensa que tu sueldo es una bicoca; sí, mensual sí, pero no todo es dinero. En mi vida —no es la primera vez— me he marchado de muchos sitios. Nunca cerrando de un portazo, cierto, pero sí con la convicción de que una etapa había terminado.
¿Qué le hace a uno finalmente tomar esa decisión? El fuero interno, ser coherente con uno mismo. Puede que la coherencia no le dé a uno dinero, pero es hontanar de un nuevo entusiasmo: el de emprender a los 50. Y al miedo, al puto miedo… ¡que le den!
Michael Thallium
Etimogogia en acción
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Cuantas vivencias y enriquecimiento perdemos por no valorarnos o lo que es lo mi exsmo por miedo
Así es, Pedro, el miedo nos paraliza.