La armonía proviene del griego harmós que significa ajustamiento, combinación. Tradicionalmente, la armonía se refiere a la música, a esa combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes, a ese arte de enlazar y formar los acordes. También se refiere al lenguaje: “bien concertada y grata variedad de sonidos, medidas y pausas que resultan en la prosa o en el verso por la feliz combinación de las sílabas, voces y cláusulas empleadas en él”. Una tercera acepción en el diccionario de la R.A.E. alude a la conveniente proporción y correspondencia de unas cosas con otras. Hablamos de la armonía en la vida, en las relaciones: amistad y buena correspondencia. Y de armonía también se habla en las disciplinas de crecimiento y desarrollo personal.
Una de las personas que sin duda alguna supo más de armonía fue Arnold Schönberg, compositor, pedagogo y pintor austriaco que más tarde se nacionalizó estadounidense. Escribió un jugoso tratado de armonía que consagró a la memoria de Gustav Mahler. Sin entrar en detalle, he de decir que al releer el prólogo a la primera edición de su Harmonielehre, fechado en Viena, el 11 de julio de 1911, me he dado cuenta de que sus palabras reflejan muy bien la filosofía de eso que se está poniendo tan de moda en los últimos años: el coaching. Teniendo en cuenta que aquello lo escribió hace casi 100 años, no está nada mal:
Este libro lo he aprendido de mis alumnos.
Cuando yo enseñaba, jamás me propuse decir al alumno sólo “lo que yo sabía”. Más bien buscaba lo que el alumno no sabía. Sin embargo, no era esta la principal cuestión, a pesar de que yo, por esto mismo, estaba ya obligado a encontrar algo nuevo para cada alumno, sino que me esforzaba en mostrarle la esencia de las cosas desde su raíz. Por eso no existieron nunca para mí esas reglas que tan cuidadosamente instauran sus redes en torno al cerebro del alumno.[i]
Hace unas semanas, en un taller de supervisión de coaching, le oí decir a Leonardo Wolk algo así como que del coaching aún queda mucho por debatir. Estoy de acuerdo con él –quizás vendría más al caso decir en armonía– en tanto y cuanto estamos hablando de una disciplina que parece estar poniéndose de moda, y casi todo lo que está de moda es discutible. Para empezar, en castellano, las palabras coaching, coach, coachee me chirrían. Yo mismo las empleo en el desempeño de mi actividad profesional. Sin embargo, ansío su desaparición o transformación. Carmen Cayuela, coach superdotada especializada en inteligencia emocional, habla de mediación personal, algo que me parece muy acertado. Así el coach es un mediador. Obviamente, no está tan en boga presentarse en una empresa y decir que eres mediador personal. Da mucho más empaque y postín decir: soy coach.
Arnold Schönberg no fue coach, pero tenía muy claro, hace ya un siglo, cómo sacar el potencial del interior de sus alumnos para descubrir aquello que no sabían desde la raíz. Fue un incomprendido… Y de armonía, Schönberg, sabía un rato.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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[i] Extracto del comienzo del prólogo de la primera edición del Tratado de armonía, traducido por Ramón Barce.