Hoy he descubierto a Leo Ornstein; en realidad, su música, porque Leo Ornstein falleció en 2002 con más de 100 años de edad (no está clara su fecha de nacimiento, pero si tomamos como válida 1893, Ornstein falleció a los 109 años). Es posible que hace algún tiempo hubiese oído ese nombre y probablemente hasta indagado en Internet sobre este compositor de origen ucraniano y nacionalizado estadounidense, pero no ha sido hasta hoy que he comprado algunas grabaciones -Música para piano (Naxos), con la pianista Janice Weber; Obras para piano (Hyperion), con el pianista Marc André Hamelin- y leído atentamente la página web que su hijo Severo y nieto David le dedicaron después de su fallecimiento. He de decir que mientras escribo estas palabras estoy escuchando su obra completa para violonchelo y piano interpretada por el violonchelista Joshua Gordon y el pianista Randall Hodgkinson para el sello New World y que recomiendo a cualquier persona que quiera conocer un poco mejor a este compositor del que se dice fue el último y auténtico inconformista del siglo XX. (En este enlace también se puede acceder gratuitamente a algunos archivos sonoros de su música: http://poonhill.ipower.com/audio.html )
Recuerdo unas palabras que oí decir a Robert Greenberg en uno de sus cursos: “los compositores son personas que describen con música lo que ven, oyen, entienden, sienten y perciben”. Los compositores son personas, no dioses. Y es precisamente eso lo que me hace escribir y poner a Leo Ornstein como ejemplo de lo que denomino “descubrimiento transformador”, y con ello hacer algunas reflexiones acerca de todo lo que no sabemos cuando creemos que sabemos. Para hacer justicia a la carrera de Ornstein es indispensable mencionar también a su mujer Pauline, quien transcribió y copió muchas de las partituras y de la que me aventuro a decir que fue clave, por no decir imprescindible, en la mayor parte de la producción musical de Ornstein.
Leo Ornstein tuvo una carrera muy brillante como pianista y compositor a principios del siglo XX, retirándose de los escenarios a mediados de los años 20, en pleno apogeo de su carrera como concertista, para dedicarse exclusivamente a la enseñanza y a la composición, pasando al anonimato, lo que viene a ser lo mismo que decir “al olvido”. Aunque eso no le impidió tener una larga vida como compositor… ¡Y vaya si fue larga! Ornstein compuso su sonata n.º 8 para piano a los 98 años…
Antes hablaba de que los compositores no son dioses. Nosotros los endiosamos o los ponemos en un pedestal según los gustos, las modas y, en la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, el márketing. Y de igual modo que los “pedestalizamos”, también los enterramos en el olvido, en la indiferencia… Un caso similar al de Ornstein es el del compositor y pianista Leopold Godowsky (1870-1938), quien tuvo mucha fama en su día, pero cuya música muy pocos conocen hoy. Si nombro a Vivaldi, Bach, Mozart o Beethoven, la mayoría de personas en el mundo occidental los reconocerán de forma casi inmediata, incluso si jamás han escuchado ninguna de sus obras. Y aunque es cierto que su música ha trascendido en la historia moderna occidental, eso no significa que lo siga haciendo dentro de 100 o 200 años.
Tomemos un poco de perspectiva. En la fecha en que escribo estas palabras, Vivaldi
murió hace 274 años, Bach hace 265 años -recuerdo que aunque Bach fue muy apreciado en vida como organista, su reconocimiento como compositor para el gran público no llegaría hasta casi 80 años después de su muerte, cuando su música fue recuperada por Felix Mendelssohn-, Mozart hace 224, Beethoven hace 188… Doscientos años pueden ser muchos o pocos según el punto de referencia que tomemos. Desde luego, para la historia de la humanidad 200 años son un mero instante. Godowsky falleció hace 77 años (que eso es menos de la media de la esperanza de vida de una persona en los países occidentales)… Ornstein murió hace 13 años. ¿Seguirán los humanos escuchando a Bach, Mozart o Beethoven dentro de cien o doscientos años? Lo ignoro, pero bien pudiera ser que cayeran en el olvido al igual que han caído muchísimos otros antes y después que ellos. ¿Seguiremos escuchando a Elvis Presley, a los Beattles, Queen, Deep Purple, Abba, dentro de 25 años? Creo que en el momento en que la música de alguien deja de conectar con quien la escucha, entonces esa música y quien la escribió pasan al olvido (y afirmo que durante la segunda mitad del siglo XX y en este siglo XXI, en el momento en que, lamentablemente, no hay márketing, el olvido se adueña de todo bicho viviente). ¿Con quién conectarán las personas dentro de 80 años cuando yo ya probablemente no esté vivo?
Pero volvamos a Leo Ornstein, quien para mí ha sido todo un descubrimiento, más por lo que me ha hecho reflexionar que por su música en sí. La principal de todas las reflexiones es la que responde a la siguiente pregunta: ¿qué nos hace conectar con los demás? Y aún más interesante resulta responder a esta otra pregunta: ¿qué nos hace no querer conectar con los demás? Ornstein conectó con el gran público al comienzo de su carrera como concertista; luego, decidió desconectar y pasó la mayor parte de su vida en el olvido… Eso me lleva a hacer otra breve reflexión: ¿estaré conectando yo ahora con quien me lea o, sencillamente, este artículo quedará “pedestalizado” en el salón del olvido? ¡Ay, el márketing…!
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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