Hola. ¡Gracias y enhorabuena! Gracias por haber llegado hasta aquí; y enhorabuena, porque no ha sido fácil. Yo diría que si los milagros existen, este es, sin duda, uno de ellos. Para empezar, para que estés leyendo esto —y más aún comprenderlo— has tenido que pasar bastantes años de tu vida aprendiendo las miles de combinaciones entre a, b, c, d, e, f… y todas esas letras que conforman el “abecedario”. Pero no solo eso: aparte de aprender muchas palabras, también has tenido que aprender a combinarlas para que tengan algún tipo de sentido y, encima, da la casualidad de que tu anatomía -tu boca, tus labios, tus dientes, tu lengua, tus cuerdas vocales- te permite articularlas casi como si de tu respiración se tratara —y eso que no he mencionado la cantidad de órdenes que tu cerebro envía para mover cada uno de los músculos que hacen que “casa” suene “casa” y no “caza”, por ejemplo—. Por si fuera poco, da la casualidad de que compartimos el mismo código de comunicación al que llamamos español. ¡Créeme, es todo un milagro! Si ahora estuviera escribiendo en alemán no me entenderías a no ser que tú también comprendieras ese código. En el mundo en que vivimos a comienzos del siglo XXI el inglés se ha convertido en la lengua franca, pero eso no ha sido así siempre. Hace 150 años hubiera sido el francés, y unos cuantos siglos atrás, el latín, o el árabe, el griego… Por otra parte, si nos atenemos exclusivamente al número de personas que hablan una lengua nativa, la lengua mayoritaria hoy es el chino mandarín. Si estás leyendo y comprendiendo esto que escribo es porque tú y yo hemos nacido en una parte del mundo en la que el chino nos suena a eso, a chino.
Pero la cosa no queda ahí. Para que tú hayas llegado hasta aquí, tus padres en algún momento tuvieron que unirse, y lo mismo tus abuelos y los padres de tus abuelos y tus tatarabuelos… Son tan solo unas 80 generaciones las que nos separan del momento en que empezamos a contar el calendario en la mayoría de países del mundo, hace 21 siglos. No creas que 2.000 años es mucho tiempo. Nuestra especie, la que hemos convenido en llamar homo sapiens (el hombre que sabe o conoce), apareció hará unos 195.000 años. Si te parece mucho tiempo, permíteme decirte que estás muy equivocado. La Tierra data de hace unos 4.500 millones de años… Y antes que nosotros hubo otras muchas especies de las que ni siquiera sabemos. La Tierra es el único planeta en el que hay vida inteligente. Por mucho que soñemos o fanteseemos con encontrar vida en otro planeta u otro sistema solar, lo cierto es que estamos solos. Y así seguiremos, probablemente, algunos miles de años más.
Te lo repito: ¡gracias y enhorabuena! ¡Lo hemos conseguido, créeme, contra todo pronóstico! No hay nada como poner las cosas en perspectiva. Nuestras vidas, con todo lo importantes que son para nosotros, resultan insignificantes según la perspectiva que uno tome. Si convenimos que la vida media de una persona son 74 años —en el momento en que escribo estas palabras, hay países en los que las esperanza de vida supera los 80 años y otros en los que ni siquiera llega a los 40—, entonces apenas cada uno de nosotros pasa unas 650.000 horas en este planeta. Suponiendo que yo llegue a los 74 años, ya he consumido aproximadamente unas 372.000 horas, así que me quedan 278.000 por vivir. Cada una de nuestras vidas representa muchísimo menos del 0,01 % del tiempo transcurrido desde que apareció la especie homo sapiens en la Tierra. Somos un mero instante vital.
Sin embargo, no se trata tanto de cantidad como de calidad. ¿Para qué amargarnos la vida o amargársela a otras personas? ¿Para qué meterse en un tipo de relaciones que envenenan ese poquísimo tiempo que pasamos sobre la faz de la Tierra? ¿Qué nos impide ser felices y hacer felices a quienes nos rodean, a todas esas personas con las que nos relacionamos?
Si estás leyendo esto puede deberse a varias razones. Quizás me conozcas en persona y te provoque curiosidad saber qué escribo o puede ser que tan solo hayas oído mi nombre en alguna parte y te haya dado por leerme; lo más probable, sin embargo, es que hayas encontrado este artículo por pura casualidad, que ni siquiera me conozcas y, que por alguna razón que tú solo sabes, hayas seguido leyendo. En cualquiera de esos casos, una vez más: ¡gracias y enhorabuena! Gracias por haber compartido una ínfima parte de tu tiempo conmigo. Enhorabuena porque, de algún modo, hemos coincidido. Y si en algún momento he tenido, además, la inmensa fortuna de que formes parte de mi vida y que yo haya contribuido a tu felicidad igual que tú a la mía, te lo agradezco de corazón. No ha sido fácil. ¡Lo hemos conseguido contra todo pronóstico! Perspectiva 650.000.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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