Soy hafefóbico como él. Sí, hafefóbico. También podría decirlo de otras tantas maneras: afefóbico, hapnofóbico, haptefóbico, thixofóbico, quiraptofóbico. Da igual cómo lo diga, porque mi trastorno es igual de incomprensible para quienes no lo padecen. Les voy a ahorrar que busquen la palabra en el diccionario: no soporto que me toquen, me da fobia que alguien siquiera me roce, como a él. ¡Qué paradoja que esta enfermedad se pueda tocar con tantas palabras y a mí no me pueda tocar nadie! Nuestro trastorno solo afecta a uno de cada millón de seres humanos de este planeta. Yo dentro de un millón, él dentro de otro millón… Si en el mundo hay unos 6.000 millones de personas, entonces somos 6.000 afefóbicos, 6.000 gilipollas a quienes nos produce una ansiedad terrible que nos toquen. Estoy dándole a las teclas de mi máquina de escribir con guantes de látex. Él también escribió su libro con guantes de látex, pero a él le consideraron cuando lo terminó el mejor escritor de su generación; a mí no, porque nunca he terminado de escribir mi libro, y no sé si alguna vez lo terminaré. Por eso no soy el mejor escritor de mi generación…
¡El mejor escritor de su generación! ¡Vaya una frase más hueca! Es tan socorrida… La utilizan los críticos para que nadie pueda reprocharles su exageración. Fulanito es uno de los mejores violinistas de su generación, uno de los mejores pianistas de su generación, de los pintores, de los artistas… ¡El mejor escritor de su generación! ¡Qué cobardes! Con que dijeran que alguien es el mejor escritor que jamás ha existido, bastaría. Pero añaden esa coletilla de su generación para cubrirse las espaldas, porque ¿cuántos escritores habrá que sean de su generación? Total, ¿quién va a ponerse a contarlos? Yo no, aunque podría, porque también padezco aritmomanía. Los gilipollas que leen a los críticos y se creen a pie juntillas sus veredictos son eso, gilipollas. Perdón por la repetición, pero es que a la gilipollez no le tocan tantas palabras como a mi trastorno. Nosotros somos solo 6.000; gilipollas en el mundo hay, grosso modo, unos 3.000 millones, lo cual para quien esté un poco avezado en matemáticas significa que la mitad de personas que viven en el mundo son gilipollas. Y si encima eres hapnofóbico, ¡Houston tenemos un problema! Aunque las matemáticas no siempre son exactas cuando uno se anda por las tramas. 2+2 no siempre son cuatro: «hombre» tiene dos sílabas, «alto» tiene dos sílabas, pero «hombre alto» solo tiene tres sílabas.
En cualquier caso, a él lo consideraron el mejor escritor de su generación. Todo un mérito teniendo en cuenta que el libro que le hizo merecer tal consideración ni siquiera lo había escrito él. Lo había escrito su padre: Bruno Carrasco. Él también se llama Bruno Carrasco, aunque le llaman Nono… Lo de Nono no es un hipocorístico de Bruno, no. Quien quiera saber qué significa hipocorístico que lo busque en el diccionario. No les voy a facilitar la tarea esta vez: soy haptefóbico pero no gilipollas (sí, soy la excepción que confirma la regla). Lo de Nono le viene por su enfermedad: «No, no, no me toques». A mí no me llaman Nono, pero tampoco soporto tocar a nadie ni que me toquen. Si pudiera, pagaría las 500.000 pesetas que tengo ahorradas para que me quitaran este trastorno. Lo digo de veras, 500.000 pesetas para quien me cure. Mi terapia consiste en heñir masa de pan. ¡Ya me gustaría a mí heñir la espalda suave de una chica bonita! Seguro que algún gilipollas busca el significado de heñir también.
En fin, que Nono Carrasco, el mejor escritor de su generación sólo plagió a su padre y para colmo también lo intentó con un tal Juan Bonilla. Le copió Nadie conoce a nadie, aunque nunca se lo entregó a la editora, una chica Crumb con la que se mataba a pajas con guantes de látex. Lo de copiar al Bonilla ese tampoco le gustó mucho a su madre, porque según ella el tal Bonilla ese va poniendo bombas a las vírgenes y se mete todo el rato con los cronistas de Sevilla… Ella ¡tan sevillana!
No soy crítico, pero les aseguro que Nono Carrasco es el mejor escritor thixofóbico de la historia. El mejor, se lo aseguro.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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