Fuimos juntos en un coche. Nos llevaban a un programa de radio: Andante con moto. Me dijo que iba al programa para hablar de un proyecto que llevaba a cabo con tres compañeros más. Era sábado, 26 de marzo. Ella es música; sus compañeros también. Juntos habían hecho un proyecto dentro de una maestría de emprendimiento en la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Mientras esperábamos para entrar al estudio de RNE, me invitó a ir al concierto. Más tarde, durante el programa, pude confirmarle mi asistencia. ¿Dónde dices que es? En el Espacio Muelle 36, responde, el jueves 7 de abril a las 19:30. Por cierto, su nombre es Sara Valencia, joven y violinista.
Ayer fue jueves y acudí al concierto. Sara, junto con David Tinoco (contrabajo), Jacobo Christensen (violín) y Adriaan Rijnhout (violín) crearon el proyecto Schubertiadas del siglo XXI, un experimento con el que pretenden dar un aire más actual a los habituales conciertos de música clásica. Su propósito era que el Espacio Muelle 36 se convirtiera en un salón de música a modo de las schubertiadas del siglo XIX, en el que uno puede tomarse una cerveza o picar algo mientras escucha música. Esta particular schubertiada la presentaban Adriaan y Jacobo. Desde el principio, su propósito fue que el público participase y para ello se sirvieron de la tecnología, de la aplicación Kahoot por medio de la cual los que estábamos en el público podíamos elegir in situ algunas de las canciones que iban a interpretar. Ya que existe la tecnología, ¿por qué no servirse de ella?
Las Schubertiadas del siglo XXI fue todo un recorrido musical desde el barroco temprano hasta la actualidad. Comenzaron con una obra de la compositora italiana Barbara Strozzi y luego siguieron otros muchos más: Corelli, Händel, Mozart, Haydn, Schubert, Brahms, Schoenberg, Billie Eilish, Europe, Michael Jackson, Louis Armstrong… Entre todos lograron que el público terminara cantando y dando palmas al son de la música. ¡Talento no faltó!
Sara, David, Jacobo y Adriaan no estuvieron solos. Se les unieron otros jóvenes y talentosos músicos que nos hicieron disfrutar de lo lindo: la soprano Miriam Silva, quien se marcó tres preciosas obras (un aria de la ópera Rinaldo de Händel, otra de Las bodas de Fígaro de Mozart y uno de los movimientos del cuarteto que Arnold Schoenberg escribió antes de dar el giro hacia el dodecafonismo), la pianista Cristina Sanz, el violonchelista Alejandro Viana, el contrabajista Jorge Toledo y el violista Álvaro García.
Hubo humor musical (con un fragmento del cuarteto de Haydn conocido como El pájaro), pasión (Brahms o Schoenberg), buen rollito y mucha marcha con muy buenos arreglos para cuarteto y quinteto (con Bad Guy de Billie Eilish, The final countdown de Europe y Billie Jean de Michael Jackson. La schubertiada terminó con What a wonderful world de Louis Armstrong.
Pocas veces se consigue que en un concierto de música de cámara la gente acabe bailando y cantando. Ellos lo consiguieron. Eso era precisamente lo que ocurría en aquellas famosas schubertiadas vienesas del siglo XIX en la que los amigos se tenían para tocar, hablar y disfrutar de la música en buena compañía.
Ahora solo queda saber si estas Schubertiadas del siglo XXI tendrán continuidad y no se quedan en un mero experimento. Estaría bien saber si dentro de 25 años —algunos de los que estuvieron en Espacio Muelle 36 lo verán, otros quizás ya no lo veremos— cuando todos estos jóvenes músicos miren atrás, pueden decir que aquello que comenzó como un proyecto de emprendimiento marcó el comienzo del tan ansiado cambio hacia un modo distinto de escuchar la música clásica, más cercano, menos ininteligible para quienes no acostumbran a escucharla.
Si dentro de 25 años todos ellos pueden mirar atrás y decir que consiguieron que la gente más joven se acercara a la música de cámara, ¡bienvenido los experimentos!
Ah, por cierto, lo que recaudaron lo donaron a una ONG que acoge a refugiados ucranianos…
Michael Thallium
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