Vino al mundo llorando. Los médicos certificaron su vida por el llanto. Muchos años después, decidió que se marcharía riendo. Un caso único y extraño. Los médicos certificaron su muerte por la risa. Emitió una enorme carcajada y dejó de existir. El paciente, también moribundo, que estaba en una cama contigua emitió algo parecido a un quejido: Por favor, ¡no hagan ruido! Y el silencio lo cubrió todo, menos la ausencia.
Michael Thallium
Una gozada leerte como siempre
Gracias a ti siempre, Pedro.