Eduardo, ¡va por ti! Y va por ti, porque anoche estuve, como casi todas las semanas, en el concierto de la Orquesta Sinfónica RTVE (ORTVE), solo que había una diferencia: ahora sabía que ya no volverías a leer ni a publicar en Scherzo ninguna de las reseñas que te enviaba semanalmente hasta hace poco más de un mes. Ayer por la tarde acompañamos a tu mujer Isabel y a tus hijos Eduardo, Pablo, Clara e Inés en un último adiós. Fue triste y conmovedor ver a tu madre, ya muy anciana, bendecirte y despedirse de ti antes de entregarte a la tierra para descansar junto a tu padre. Permíteme una última confesión, porque ya jamás podré volver a hablar contigo: te he echado de menos en el último mes. Te has ido, pero qué forma de quedarte.
Así que déjame que te cuente, por última vez, lo que aconteció anoche con esta orquesta y una brillantísima directora Yi-Chen Lin. Sé que no es el tipo de repertorio con el que tú disfrutabas, pero créeme que los músicos de la ORTVE y la directora hicieron una magnífica interpretación de Pantheon Romae de Cristina Pascual, nada fácil, y de la Sinfonía n,º 4 en fa menor op. 36 de Chaikovski. Sí, ya sé que eres tozudo y que nadie te va a apear del burro: más allá del Barroco, non plus ultra. Pero también sé que aprecias la buena música, y las dos obras de anoche, lo son.
La primera parte del concierto fue el estreno de Pantheon Romae. En realidad ya se había estrenado la noche anterior, en el concierto del jueves. Es una obra de difícil interpretación y compleja, pero interesantísima y sorprendente. La disfruté de lo lindo. Para empezar, la orquesta estaba colocada muy singularmente, nada al uso. Cuatro conjuntos de percusión situados cuadrafónicamente, una fila central compuesta por una trompa, una trompeta, un trombón y dos contrabajos dispuestos de forma simétrica a ambos lados de la sección central conformada por tres oboes. Los fagotes y otros instrumentos de viento estaban situados en la última fila. Igualmente, las cuerdas estaban distribuidas simétricamente… Eduardo, seguro que te estarás preguntado: ¿Y para qué tanta parafernalia? Bueno, eso confirió una sonoridad muy especial a esta obra que Cristina Pascual compuso como encargo de las Becas Fundación SGAE y AEOS 2021. De hecho, Cristina me contó en el descanso que la había compuesto con total libertad, vamos, que había hecho lo que le había dado la gana. Y ya sabes lo difícil que es hacer estas cosas con total libertad y que luego te las estrenen. En la partitura pone que la obra dura 22 minutos y 22 segundos.
La directora taiwanesa Yi-Chen Lin —aunque formada en Austria desde los ocho años— hizo una labor seria y su dirección fue muy precisa, marcando el tiempo de un modo excelente. Pantheon Romae comienza con el sonido de una trompa que simula el aullido de un lobo —la Luperca que amamantó a Rómulo y Remo— a la que se unen otras trompas simulando una manada de lobos. Entremedias del comienzo y del final ocurren otras muchas cosas, disonantes y consonantes, hasta pasajes fugados en los violines que evocan la Roma antigua hasta entrar en el Panteón. No solo eso, los músicos también susurran y hablan a la vez que tocan. Ave Caesar morituri te salutant. Seguro que a muchos de ellos les habrá resultado extraño, pero el conjunto sonó estupendamente. Pantheon Romae termina con un concluyente acorde de sol mayor que se apaga con el sonido de la percusión, como si fuera una tormenta. Francamente, Eduardo, esta obra puede dar mucho más de sí. El público lo reconoció con un gran aplauso.
Tras el descanso llegó la Sinfonía n.º 4 de Chaikovski. La interpretación de Yi-Chen Lin fue de lo más interesante, lejos de los clichés de las grabaciones tradicionales en la mente de muchos, ajustándose a lo que Chaikovski escribió en la partitura. Cabe destacar la intervención de Salvador Barberá al oboe en el Andantino in modo di canzona. Magníficas las cuerdas en el Scherzo. El tempo elegido por Yi-Chen Lin hizo que el pizzicato se escuchara perfectamente. El Finale fue fogoso y la sinfonía concluyó con un tutti rítmico y electrizante que suscitó el aplauso y la ovación del público.
Eduardo, ojalá hubieras podido ver a Yi-Chen Lin y a la ORTVE en plena forma. Te hubiera encantado. Sí, ya sé, no eran tus amados Bach y Haendel, pero fue muy buena música. Hasta siempre. Descansa en paz.
Michael Thallium
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