(Basado en el texto Self Comes to Mind que el neurocientífico Antonio Damasio escribió para Bruce Adolphe y Yo-Yo Ma. Imágenes de Hanna Damasio.)
I Cuando el cerebro primeramente en el cuerpo floreció
Silenciosa, primeramente, floreció la mente.
Nadie sabe cuándo,
aunque dónde sí sabemos:
en los sesos, en un cuerpo.
De imágenes calladas
silenciosa cada mente floreció
de esos mapas mentales,
de su propio cuerpo
reposado y semoviente,
de imágenes de olor y de sabor,
y de tacto y de sonidos y de vistas.
Pero todos ignoraban que la mente existía
más aún los seres en los cuales
esas mentes emergieron.
Sigilosas e imperceptibles,
las mentes vida cobraron.
A florecer una vez que las mentes comenzaron,
ya nada igual volvió a ser.
Pero ¿quién supo que cambiado el universo había?
Nadie. Conocido ser aún nada podía.
II Cuando el Yo importó
Al principio el conocer,
floreció tan en silencio
como primeramente la mente lo hiciera.
El conocer del mismo secreto surgió—
de la creación de imágenes—.
De su propio organismo
cada mente un retrato compuso
de cuerpo adentro con imágenes,
esos mapas mentales.
En derredor el organismo se movía y también sentía,
aunque la mente un protagonista ya tenía —
del organismo, en el centro de la acción, el retrato—
y entonces de lo que le ocurría
la mente la historia ya contar podía.
Aquella historia primigenia
palabras no tenía,
solo imágenes.
Imágenes del cuerpo en sentimientos convertidas
e imágenes de cosas al cuerpo sucedidas.
El sonido y la vista y el tacto son cosas que al cuerpo le suceden.
Las imágenes que el cuerpo experimentaba
se atribuyeron a las imágenes de lo que el cuerpo era.
Y la mente creó
un yo sin palabras:
el yo era, el yo estaba.
Así el yo importó,
y cuando lo hizo,
parte de la mente sabía
que el resto ya existía.
O eso parecía.
Eternamente ciega, la naturaleza,
como por arte de magia,
un aprendiz había engendrado.
Al principio,
la mente consciente era huraña,
pues solo cosas simples notaba
dentro y fuera de los límites del cuerpo.
Pero vivo e intenso en los humanos
fue el florecimiento.
Grabar aquello que notaba la mente podía
y lo grabado recordar.
Y no solo el pasado, no solo el ahora—
el futuro imaginarse podía y una vez imaginado grabarse.
La pérdida podía ser prevista e igualmente la ganancia,
por no hablar de la esperanza.
De sus simples comienzos, la mente consciente
de su existencia parte reveló.
Pero entonces causa común hicieron
las mentes humanas conscientes,
y de gestos y música lenguas inventaron,
de palabras y de números,
y de la revelación parcial surgió el descubrimiento.
La mente emergió a la luz.
Días gloriosos aquellos fueron.
III El descubrimiento
Lo que las mentes humanas conscientes primero descubrieron
fue que drama la existencia era.
Si no hubiera habido conocimiento, ningún drama tampoco habría.
La consciencia había revelado la alegría
pero el precio fue alto—
ahora la mente sabía del dolor
y también del placer inalcanzable.
De no ser por la mente consciente
de no ser por conocer,
ninguna dicha habría habido
ni ningún sufrimiento, solo una mente inexplorada.
Pero el drama no es necesariamente tragedia
ni tampoco de la historia el final este es.
Cuando la amargura ya no pudo esconderse
los aprendices se rebelaron contra el brujo.
Utilizando el conocimiento para transformar la existencia,
desafiantes ante el sufrimiento respondieron.
Eternamente ciega, no le importó a la naturaleza
que parte de ella dar forma a su futuro quisiera.
Y sin importarle sigue.
Nos permite rebelarnos contra la indiferencia.
Voz y voto tenemos.
El drama no es necesariamente tragedia,
ni tampoco de la historia el final este es.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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