El tiempo finito no es sino un mero notario que registra la vida de cada persona sin juzgarla: los logros, las hazañas, las proezas, los fracasos, los errores, las equivocaciones… Y cuando uno llega al final de su tiempo, no puede más que hacer balance y convertirse en una suerte de forzado juez de su aventura vital. Solo la magnanimidad de quien se juzga a sí mismo lo salvará del arrepentimiento de haber llevado una vida indeseada o malograda. Y solo también si uno escucha, llegará a entender mínimamente algo de quienes le rodean. Tiempo y escucha… hete ahí la fórmula maravillosa.
Michael Thallium
Global & Greatness Coach
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