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El privilegio del tiempo

APRENDER 22 VIVIR

La vida, para quienes tenemos el privilegio de tener tiempo de vivirla, es un proceso lento de aprendizaje; pero el verdadero aprendizaje es aprovechar ese tiempo para seguir aprendiendo. Aprender por aprender, sin más motivación que la propia de vivir. Se vive porque se vive; se aprende porque se aprende. Aprender es optar por la vida.

Michael Thallium

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Bruce Dickey sobre el susurro secreto de la Naturaleza

LA MÚSICA EN LA COSMOLOGÍA DE JOHANNES KEPLER (1571–1630)

Bruce Dickey, 2021

Bruce Dickey, 2021

Esta grabación es un homenaje a Johannes Kepler (1571-1630) y una reflexión sobre sus ideas acerca de la música y la cosmología. La intención es recrear el paisaje sonoro y musical del mundo de Kepler para comprender mejor sus ideas, pero también para compartir su inagotable deseo de encontrar la harmonía, tanto en el cielo como en la tierra. Por supuesto, Kepler es merecidamente famoso como uno de los grandes astrónomos de todos los tiempos. Sus opiniones fueron cruciales en la consolidación de la visión copernicana del sistema solar que desplazó la Tierra del centro del sistema planetario a la par que determinaba que los planetas giraban en órbitas elípticas, no en círculos perfectos, como se había creído anteriormente. Pero Kepler tuvo muchos intereses que iban desde la astronomía hasta la astrología, la óptica, la retórica, la teología, la política y, no menos importante, la música. Kepler ni siquiera consideraba la astronomía como su mayor vocación. Tan solo unas pocas semanas después de haber formulado su teoría de las órbitas elípticas de los planetas, le escribió a un amigo: «Si solo Dios me liberara de la astronomía para que pudiera dedicarme a mi trabajo sobre la harmonía del mundo».

Es en su búsqueda de la armonía cuando Kepler más nos conmueve a los músicos del siglo XXI. Kepler fue un religioso protestante muy profundo que vivió tiempos muy turbulentos. Por todas partes había señales que presagiaban la terrible Guerra de los Treinta Años en la que moriría un tercio de la población alemana. De hecho, la famosa Defenestración de Praga,CD concerto palatino Kepler en la que protestantes enfadados arrojaron a dos burócratas católicos y a su secretario por la ventana de un tercer piso prendiendo así la mecha de la guerra, tuvo lugar solo cuatro días antes de que Kepler completara su Harmonices mundi —La armonía del mundo— (1619). En este trasfondo religioso y político, Kepler defendió a su madre de los cargos de brujería (mientras él mismo seguía creyendo en la existencia de las brujas) y abrazó la nueva concepción copernicana del sistema solar, arriesgándose a que le acusaran de herejía. Buscando la harmonía, Kepler la encontró en dos lugares: en los cielos y en la música, sosteniendo que esos dos modelos armónicos eran reflexiones de la mente de Dios. Pero Kepler no se quedó ahí. Al haber revelado la naturaleza de la armonía en la naturaleza, esperaba que podría trabajar en pos de la armonía en el mundo y de la coexistencia pacífica de diversos puntos de vista religiosos en la tierra.

Si bien las ideas de Kepler sobre la música estaban íntimamente relacionadas con las matemáticas y con sus observaciones de los cuerpos celestes, también se acercó a la música desde una perspectiva práctica. Como dijo el famoso historiador inglés del siglo XVIII Charles Burney: «El gran matemático y astrónomo Kepler, en su Harmonice mundi … habla del tema de la música como un hombre que no solo hubiera pensado en ella como una ciencia al servicio de las leyes del cálculo, sino que la había estudiado como un arte elegante siendo verdaderamente consciente de su poder».

PitágorasPor supuesto, Kepler estaba muy versado en los conceptos de la antigüedad sobre la armonía cósmica, la música de las esferas, como se la conocía. Los antiguos creían que los planetas producían tonos. Con un monocordio, Pitágoras demostró las relaciones entre la longitud de la cuerda y el tono que consolidaron la relación entre las matemáticas y la música, una relación que subyace durante toda la vida de Kepler en busca de la armonía en sus observaciones del cosmos. Como escritor sobre música, sin embargo, a Kepler se le ha descrito erróneamente como un mero pensador neoplatónico, principalmente preocupado por los arquetipos abstractos y la filosofía antigua. Esto se contradice si se echa un vistazo a la formación musical de Kepler y a las observaciones que hizo sobre la música de su época.

Kepler creció en la tradición musical del protestantismo en Württemberg. Desde los cinco años estudió la salmodia alemanaRodolfo IIasí como las secuencias e himnos latinos. Además de canto diario, también había clases semanales de teoría durante las cuales Kepler habría estudiado contrapunto. Se ha dicho que Kepler continuó y profundizo en su comprensión musical durante sus estudios teológicos en Tübiningen. Allí las ordenanzas académicas prescribían el canto tres días a la semana, «para que los alumnos deban siempre estudiar nuevos motetes y buenas canciones, y así mantener el ejercicio de la música en práctica». Kepler también participó en actuaciones musicales en la iglesia y en festividades privadas.
Como parte de sus primer trabajo de profesor de matemáticas en Graz (1594–1600), Kepler enseñaba Virgilio y retórica, una disciplina por la que mantuvo un gran interés toda su vida. En esta escuela habría estado expuesto a las corrientes musicales que se reflejan en nuestra grabación. Allí fue organista Erasmus Widmann (1572-1634), quien favoreció los estilos de danza en su música sacra. Annibale Perini (1560-1596) llevó la práctica musical veneciana a Graz. Las composiciones musicales que Perini trajo de Venecia deben de haber incluido motetes de Andrea Gabrieli (1533-1585), quien dedicó sus Primer Libro de Misas a Carlos, el archiduque de Habsburgo residente en Graz, en cuya corte sirvió también el compositor flamenco Lambert de Sayve (1548-1614) como maestro de capilla desde 1583. Carlos Orlando di lassotenía vínculos cercanos con la familia de Orlando di Lasso (1532-1594), el compositor que a Kepler más le encantaba. Kepler se mudó a Praga en 1600, donde el emperador Rodolfo II cultivó un interés por las artes ocultas, fomentando las ciencias exactas junto a la superstición, la libertad religiosa junto al fanatismo, el gusto refinado junto a la sensualidad brutal, aunque Kepler se mantuvo a cierta distancia de estos sentimientos diciendo: «Odio a todos los cabalistas». En Praga, donde Rodolfo había trasladado la corte imperial en 1586, Kepler asistió probablemente a los servicios en la capilla de la corte, en la que cientos de músicos tocaban música de compositores de la corte tales como Philippe de Monte (1521-1603) y Hans Leo Hassler (1564-16012), así como también música policoral de Venecia.

A diferencia de los filósofos antiguos y de la mayor parte de sus contemporáneos, Kepler no creía que los planetas produjesen sonido con sus movimientos, al menos no un sonido que el oído humano pudiera percibir. Esto era así en el universo o, más exactamente, en el sistema solar, porque no había medio que transportara tal sonido al oído humano. Según él, solo el sol o, más exactamente, el alma del sol podría oír estos sonidos pues en el pensamiento de Kepler todos los cuerpos celestes estaban vivos.

La creencia de Kepler era que la música, especialmente la polifónica perfeccionada en los últimos cientos de años antes que él, reflejaba las armonías celestiales que describían los movimientos de los planetas. Para intentar demostrar estas ideas, Kepler utiliza tanto las proporciones matemáticas como las observaciones celestes. Todos lo intervalos empleados en la música se correspondían con proporciones matemáticas simples, tales como 1:2, 3:5, 5:8, 2:3, 3:4, 4:5, 5:6, etc. Al examinar las posiciones y movimientos de los planetas, Kepler descubrió prácticamente las mismas proporciones. Un científico moderno ha dicho que la corazonada de Kepler y la realidad física han demostrado parecerse sorprendentemente.

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Mucho del razonamiento de Kepler se basa en las formas de las órbitas planetarias. Si relacionamos la velocidad del movimiento de un planeta con el tono musical, un planeta que se mueva en una órbita circular, como se creía antes de las observaciones de Tycho Brahe (1546-1601), produciría un único tono. Pero si el planeta se mueve en una órbita elíptica, su velocidad o más bien lo que se conoce como velocidad angular, variará según la distancia al sol, moviéndose más rápidamente en el punto más cercano (perihelio) y más lentamente en el más lejano (afelio). Así, en función de la forma de la órbita, cada planeta, o mejor, la razón de velocidades angulares en el afilio y en el perihelio definían un único intervalo y, rellenando las notas (velocidades) entre medias, también una escala o modo en concreto. De este modo, Mercurio, cuya órbita es la más elíptica, tiene el intervalo más amplio y por ello el mayor número de tonos, mientras que Venus, con la órbita más circular, canta solo un tono. La Tierra, casi circular, canta dos tonos separados una segunda menor (MI FA), lo cual provoca que cante su música en el modo frigio en el que se enfatiza este intervalo. Empleando los datos de Tycho, Kepler comenzó a trabajar con pares de planetas. Demostró que la velocidad de Saturno en el perihelio y de Júpiter en el afelio, estaban en razón 1:2, lo cual se corresponde con una octava. Del mismo modo, la razón de velocidad entre Marte en el perihelio y la Tiera en el afilio era de 1:3 (una quinta perfecta), etc. Kepler razonó que, dada la infinitud del tiempo, cada planeta ocuparía todas las relaciones posibles con los demás planetas de modo que se crearían todas las armonías que se oyen en la música. Pero esta «música» se movía muy lentamente –miles de millones, si no billones, de años para que ocurriese una «cadencia». El hombre, al crear música polifónica, especialmente aquella en seis partes que se corresponden con los seis planetas conocidos por Kepler, hacía que ocurriesen estas relaciones y cadencias celestiales dentro del tiempo que dura una vida humana.

LA MÚSICA

Toda la música de este CD, con la única excepción, por supuesto, de la obra recientemente encargada, es música que Keplerconcerto palatinoconoció o que probablemente conociera, ya que proviene de compositores de su entorno cultural inmediato. La pieza de Calliope Tsoupaki, por otra parte, se presenta como una oportunidad para reflexionar de una manera distinta sobre la intersección de la cosmología y la música. El interés de Kepler por la música fue más allá de las observaciones matemáticas más arriba detalladas. También le interesaba la retórica y hablaba emocionadamente de la relación entre los intervalos musicales y la expresión de la pasión humana. Sentía que, de todos los compositores de su época, Orlando di Lasso era quien mejor lograba expresar con su música la armonía que él observaba en los cielos. ¿Qué mejor lugar para empezar nuestro programa que el magnífico ofertorio del salmo 88 para doble coro de Lasso, Tui sunt caeli et tua est terra (Tuyos son el cielo y la tierra)? La división entre coro alto y bajo se pone en juego inmediatamente para describir el cielo y la tierra, y el contrapunto es entonces virtualmente asumido por una figura repetitiva insistente sobre la palabra praeparatio que sirve para subrayar lo imperativo de preparar la llegada del Señor. Hacia el final de nuestro CD, a modo de colgante de Tui sunt caeli, presentamos el espléndido himno en 10 partes de Lasso Aurora lucis rutilat. Desde su imagen inicial de un alba reluciente con canciones de elogio que hacen eco en los cielos, el texto está lleno de una potente retórica, adelantando una rara riqueza de mecanismos musicales que describen los gemidos del miedo, el aguijón de la muerte, las cadenas de los prisioneros, los centinelas armados y los dolores del infierno. Todo llega sorprendentemente a un calmado final con amenes en eco.

A Kepler le sobrecogía particularmente el motete a cinco veces de Lasso In me transierunt. La pieza, llena de fuertes emociones, está en modo frigio que enfatiza ese intervalo de medio tono MI-FA caracterizado por Kepler en su análisis planetario como «la canción de la tierra» —un intervalo que, en palabras de Kepler, hace que el modo «suene lastimero, roto y, en un sentido, lamentable». Kepler escribe que «la Tierra canta MI FA MI, para que uno pueda adivinar hasta de las sílabas que en este nuestro hogar la MIseria y la FAme siguen dominando». La descripción de Kepler de la estructura interválica de la melodía inicial, con su sexta ascendente y su segunda descendente, revela tanto su conocimiento de la retórica musical según la entendían los músicos de su tiempo como su sensibilidad a los efectos que producía. Kepler señala la rareza de su sexta menor ascendente como intervalo inicial, y describe la combinación de este intervalo y la siguiente segunda descendente que expresa un duelo de profunda magnitud o como un «gemido». Este motete era bastante conocido y elogiado en su época y fue sujeto de un celebrado análisis retórico del teórico alemán Joachim Burmeister (1564-1629). El análisis, publicado en 1606, era sin duda conocido por Kepler.

Kepler mantenía que el contrapunto que mejor replicaba la armonía celestial era el de seis partes, que se correspondía con los seis planetas que él conocía. En respuesta a esa preferencia, hemos elegido un motete a seis parte de Lasso, Si coelum et coelorum, cuyo intervalo ascendente inicial es una evocación retórica de los cielos. Aquí decidimos emplear una instrumentación de tres voces y tres instrumentos para demostrar la completa intercambiabilidad de las voces e instrumentos en la práctica musical de la época de Kepler. Los cantantes imitaban la naturaleza expresando y dando voz a los significados de las palabras; los instrumentistas, imitando la voz de los cantantes.

También hemos elegido un motete a seis partes de algunos de los colegas y estudiantes de Lasso, experimentando con distintas combinaciones vocales e instrumentales para cada uno de ellos. Interpretamos Beati quorum de Andrea Gabrieli solo con instrumentos y su Emendemus in melius, otra vez con tres instrumentos y tres voces. Esperamos haber logrado establecer la conexión entre las voces e instrumentos tan fluidamente que uno no siempre pueda ser consciente de lo que se está cantando o tocando.

Mathias

Matías de Austria

Por la época en que Kepler fue a Graz para enseñar matemáticas y retórica, en 1594, Lambert de Sayve, quien allí dio clase a los niños del coro hasta 1582, se habría marchado desde hacía más de una década. Pero Lambert llegó entonces a maestro de coro en la capilla del archiduque Matías de Austria (el hermano del emperador Rodolfo II). Cuando Matías sucedió a su hermano como emperador en 1612, Lambert pasó a ser maestro de la capilla imperial. En la pieza final de nuestro programa, Lambert celebra grandiosamente la coronación de Matías como emperador. Es imposible que Kepler no conociera a un músico tan importante de su entorno inmediato. Imaginamos que a Kepler le habría encantado el motete a seis voces, poderosamente expresivo, de Lambert Miserere mei Deus con su manejo de la armonía, dolorosamente bello, y su logrado empleo de mecanismos retóricos tales como amplios saltos descendentes en et in umbra, seguidos por pasajes ascendentes en sperabo, y los delicados movimientos armónicos en iniquitas. Es una obra magistral. Hemos elegido revelar toda su potente retórica musical con un conjunto de voces solo.

Cuando Kepler llegó a Graz, Annibale Perini era el organista de la colegiata protestante. Perini había llegado a Graz de Venecia alrededor del año 1575 y se piensa que era sobrino de Annibale Padovano (1527-1575). Al igual que su supuesto tío, Perini fue muy activo en la importación del estilo veneciano a Graz. El motete a siete partes Cantate Domino de nuestro programa es una de sus mejores obras y se encuentra en tres fuentes. Su Laudate Dominum, también para siete voces, es menos complejo contrapuntísticamente, pero sigue siendo rico en el ritmo y drama de su texto, que hemos elegido amplificar con un conjunto para siete voces y siete instrumentos.

No sabemos si Kepler conoció alguna vez a Hans Leo Hassler, pero difícilmente pudo no haber conocido su música. Hassler había estudiado en Venecia con Andrea Gabrieli y fue uno de los principales compositores responsables de la difusión del estilo veneciano al norte de los Alpes. Alrededor del cambio de siglo, las obras vocales de Hassler aparecían recogidas en importantes antologías y eran bastante asequibles. Trabajó en Augsburgo y Nuremberg, pero siempre estuvo en contacto cercano con Rodolfo II para quien él ocupaba el cargo de «Kaiserlichen Hofdiener» (sirviente imperial de primera clase). En la corte de Rodolfo, Kepler debió de haber escuchado las composiciones policorales de Hassler, como el espléndido motete veneciano para tres coros Jubilate Deo y el magnífico arreglo para tres coros de Deus misereatur nostri de Andrea Gabrieli.

Concerto Palatino Kepler ensemble

Con el deseo de ofrecer un contrapeso y contraste a la polifonía del mundo de Kepler y para dar una oportunidad a un tipo diferente de reflexión sobre la música y la cosmología, hemos pedido a Calliope Tsoupaki, nombrada en 2019 «compositora laureada» de los Países Bajos, que escribiera una obra nueva inspirada en Kepler. Ella respondió con una obra llamada Astron, basada en un himno órfico «A las estrellas». Es una poderosa invocación, casi ritual, a las estrellas escrita al modo de un coro griego imaginado. El coro lo forma un grupo mixto de cantantes liderado por una soprano solista en el papel de corifeo. El grupo de cantantes la responde con música poderosamante homofónica, ocasionalmente dando paso a momentos inesperados de serena armonía. Un grupo instrumental responde a los cantantes con solos de cornetto y violín apoyados por exclamaciones de los cuatro trombones que van de los violentos rugidos a la tranquila solemnidad.

Bruce Dickey
Traducción: Michael Thallium

Del aliento de los ángeles

Ángel decíase del mensajero. Los ángeles luego se transformaron en los intermediarios entre lo divino y lo humano. No solo están en el cristianismo. También en el islam, en el zoroastrismo y en otras tantas religiones monoteístas; es decir, los ángeles son comunes entre las personas que creen en un solo dios. No tienen sexo, dicen. Y como no tienen sexo, tampoco pueden hacerlo. ¿Qué es un ángel para quienes no creemos? Desde luego no es una criatura que vuela y trae un mensaje divino. Los ángeles como tales no existen. Afirmaré lo contrario el día que se me muestre alguno estando en mis cabales. Cabal. Cabo… extremo. Sin embargo, ¡cuánta literatura, cuánta arte han movido esos seres seráficos! ¿Qué son para mí entonces los ángeles? Para mí son todos esos matices que uno encuentra entre las letras, entre la música: son esos mensajes implícitos que solo uno puede desentrañar a su manera, interpretando el oráculo que han dejado y dejan que dejamos todosnuestros congéneres. Eso es un ángel, sí, el mensaje implícito que solo la escucha y la observación descifran. Ni siquiera hacen falta letras ni música. Un ángel es esa sensación que me une a eso que no alcanzo a entender del todo, pero que comprendo y me llena de plenitud. Me ocurre con la música. Con todo tipo de música. Un ángel, los ángeles, me unen a otras personas, a otras realidades; me muestran otros caminos que transitar… Un ángel es la más humana de las sensaciones. ¿Qué es si no la vida más que el acertijo que uno va descifrando día a día? La vida sin ángel es una vida sin aliento, carente de abrazos.

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Un café con José María Sánchez Verdú

jsvEste es el vídeo editado del “café virtual” que me tomé el jueves 5 de noviembre de 2020 con el compositor español José María Sánchez Verdú. Esta entrevista pertenece a la serie Un café con… que se retransmitió en mi muro de Facebook y también en el muro de Music Without Quarantine (Música sin cuarentena). Esta fue la última de las entrevistas de esta serie en 2020.

Durante nuestro “café virtual” abordamos distintos temas: sus primeros años en Algeciras, Tarifa y Granada, ciudad cuya catedral influyó mucho en su música: fue allí donde conoció al organista Juan Alfonso García, quien dejó una gran impronta en la formación de José María como músico. Luego llegaron los años en Madrid, después Italia (Siena) y Alemania (Frankfurt, Düsseldorf, Berlín…).

A su labor como compositor y director de orquesta, también hay que añadir su labor pedagógica internacional. José María Sanchez Verdú es profesor de la Robert Schumann Hochschule de Düsseldorf y profesor de composición del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Es uno de los compositores españoles con más encargos y sus inquietudes no se ciñen exclusivamente a la música. Como se verá durante la entrevista, José María es una persona muy leída y muy culta… pero lo mejor es ver y escuchar lo que el mismo dice en este café virtual:

Un café con José María Sánchez Verdú

Aquí la lista de los 15 vídeos previos de la serie “Un café con…”:

1. Un café con Marco Antonio García de Paz
2. Un café con Arturo Reverter
3. Un café con Iñaki Alberdi
4. A coffee with Robert Hugill
5. A coffee with Joel Frederiksen
6. Un café con Cristóbal Soler
7. Un café con Andreea Butucariu
8. A coffee with Bruce Dickey
9. A coffee with Mei-Ann Chen
10. A coffee with Hugo Sanches
11. A coffee with Jennifer Higdon
12. Un café con Katarina Gurska
13. Un café con Miguel Ángel Marín
14. A coffee with Marc Lewon
15. Un café con Lorena Valero

Mi intención con todos estos cafés ha sido que las personas conocieran un poco mejor y de un modo más cercano a todos los invitados que han pasado por esta serie. Si lo hemos conseguido, lo decidirá la audiencia. Fue todo un placer.

Michael Thallium

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Un café con Lorena Valero

A coffee with LorenaEste es el vídeo editado del “café virtual” que me tomé el 7 de agosto de 2020 con la soprano española Lorena Valero. Esta entrevista pertenece a la serie Un café con… que se retransmitió en mi muro de Facebook y simultáneamente en el de Music Without Quarantine (Música sin cuarentena). Aquellos meses fueron los de la denominada “desescalada” del confinamiento por la COVID-19. Durante nuestro “café virtual” abordamos distintos temas: sus primeros años de formación y posterior estudio en el extranjero, sus comienzos en el mundo de la ópera y la zarzuela y también su labor pedagógica como profesora de canto en el Centro Superior de Música de Galicia.

Guardo un muy buen recuerdo de este café, porque Lorena Valero se mostró muy natural, muy familiar y, sobre todo, muy sincera. Lorena nació en Valencia y proviene de una familia en la que la música siempre estuvo presente desde que era pequeña. Sus padres, aunque no eran músicos profesionales, la apoyaron a ella y a sus hermanos en los estudios musicales. Lorena está casada con el director de orquesta Cristóbal Soler, con quien ha colaborado en el mundo de la zarzuela y desarrollado numerosos cursos de enseñanza musical… Pero lo mejor es ver y escuchar lo que ella misma dice:

Un café con Lorena Valero

Aquí la lista de los 14 vídeos previos de la serie “Un café con…”:

1. Un café con Marco Antonio García de Paz
2. Un café con Arturo Reverter
3. Un café con Iñaki Alberdi
4. A coffee with Robert Hugill
5. A coffee with Joel Frederiksen
6. Un café con Cristóbal Soler
7. Un café con Andreea Butucariu
8. A coffee with Bruce Dickey
9. A coffee with Mei-Ann Chen
10. A coffee with Hugo Sanches
11. A coffee with Jennifer Higdon
12. Un café con Katarina Gurska
13. Un café con Miguel Ángel Marín
14. A coffee with Marc Lewon

Mi intención con estos cafés es que las personas conozcan un poco mejor y de un modo más cercano a los invitados.

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Grandes libros y escritores que recomiendo IV

Quienes me siguen en redes sociales como Facebook, Twitter o LinkedIn, han podido ver mis publicaciones fotográficas con una sencilla frase, «Grandes libros y escritores que recomiendo», y seguidamente el título del libro y el nombre del escritor. Con estas fotograias, pretendo que mi palabra baste para que a quien lea la recomendación le pique la curiosidad y salga en busca del libro fotografiado. Son libros que he leído que considero de lectura muy recomendada (léase imprescindible) por su valor literario, artístico o filosófico. Esta es la cuarta vez que publico este tipo  (véase Grandes libros y escritores que recomiendo III y III). Como es habitual, no incluyo en esta lista los libros que ya haya mencionado expresamente en algún anterior artículo de este blog (los últimos son: Textos de Nicolas Gómez Dávila, Totalidad sexual del cosmos y Tanta gente sola de Juan Bonilla, El mundo visto a los ochenta años de Santiago Ramón y Cajal y Madrid de Andrés Trapiello).  Aunque se diga que una imagen vale más que mil palabras, las imágenes que a continuación vienen jamás sustituirán el goce de la lectura de las muchas más de mil palabras de cada uno de esos libros que humildemente recomiendo:

El infortunio del señor Seniergues (novela), de Miguel d’Ors

Miguel d'Ors - El infortunio del señor Seniergues

Tercer acto (memorias), de Félix de Azúa

Azua - Tercer acto

Una manada de ñus (relato) de Juan BonillaBonilla - Manada ñus

Días y noches (novela), de Andrés Trapiello

Trapielllo - Días Noches

Desde la quilla (memorias), de Silverio Lanza

Silverio Lanza - Desde la quilla

Antología esencial (cuentos) de Silvina Ocampo

Silvina Ocampo - Antología

Ganarse la vida (relato biográfico), de David Prueba

David Trueba - Ganarse la vida

Comedia (poesía), de Dante Alighieri (traducción de Ángel Crespo)

Dante - Comedia

Sumisión (novela), de Michel Houellebecq

Michel Houellebebcq - Sumisión

Butes (ensayo), de Pascal Quignard

Quignard - Butes

Antología (cuentos), de Juan Ramón Ribeyro

Ribeyro - Antología

La bolchevique enamorada (relatos), de Manuel Chaves Nogales

Chaves Nogales - Bolchevique

Madrid (ensayo), de José Gutiérrez Solana

Solana - Madrid

¡Buen provecho y buena lectura!

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(English) A Coffee With Marc Lewon

Disculpa, pero esta entrada está disponible sólo en English.

Un café con Miguel Ángel Marín

marin2Este es el vídeo editado del “café virtual” que me tomé con Miguel Ángel Marín, profesor de la Universidad de la Rioja, donde imparte un máster en musicología, y director de la programación musical de la Fundación Juan March.

Esta entrevista pertenece a la serie Un café con… y tuvo lugar el miércoles 22 de julio de 2020 en el canal de Facebook de Music Without Quarantine (Música sin cuarentena). Aquellos meses eran de los de la denominada “desescalada” del confinamiento por la COVID-19. Tuvimos algunos problemas de conexión que hicieron que tuviéramos que retomar la entrevista en un par de ocasiones.

Durante nuestro “café virtual” abordamos distintos temas: su formación y años de estudio en distintos lugares (Úbeda, Jaén, Tánger, Madrid, Salamanca, Zaragoza, Londres…), su labor como profesor universitario, su labor como investigador en el campo de la musicología y de su papel como gestor cultural y programador en los ciclos de conciertos que todos los años organiza la Fundación Juan March.

Aquí la lista de los 12 anteriores cafés de la serie “Un café con…”
1. Un café con Marco Antonio García de Paz
2. Un café con Arturo Reverter
3. Un café con Iñaki Alberdi
4. Un café con Robert Hugill (en inglés)
5. Un café con Joel Frederiksen (en inglés)
6. Un café con Cristóbal Soler
7. Un café con Andreea Butucariu
8. Un café con Bruce Dickey (en inglés)
9. Un café con Mei-Ann Chen (en inglés)
10. Un café con Hugo Sanches (en inglés)
11. A coffee with Jennifer Higdon (en inglés)
12. Un café con Katarina Gurska

Mi intención con estos “cafés virtuales” es que la gente conozca un poco más a la persona con quien comparto estas conversaciones de café.

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La prisión de Ethel Smyth

The prison Ethel SmythEl 19 de febrero de 1931 podría haber sido un día como otro cualquiera y, de hecho, lo fue menos para quienes lo vivieron como excepcional. Un día antes, en España, el almirante Juan Bautista Aznar-Cabañas acababa de formar un nuevo Gobierno por encargo del rey Alfonso XIII. El almirante Aznar fue el último presidente del Consejo de Ministros antes de la instauración, apenas dos meses más tarde, de la II República tras unas elecciones municipales que hicieron las veces de plebiscito. El número de obreros parados por aquellas fechas era de unos 150.000 —ya lo quisieran para sí muchos políticos españoles y del mundo del siglo XXI. Sin embargo, aquel 19 de febrero fue un día excepcional para una mujer que se encontraba en Escocia, a miles de kilómetros de la capital española. Ethel Smyth —pronunciado ‘Ezel Smaiz’dirigía ella misma el estreno mundial de su obra La prisión en el Usher Hall de Edimburgo. Ethel la había estado componiendo entre 1929 y 1930. Tenía 72 años cuando la terminó. Aquellos años fueron de crisis mundial. Muchos años antes, casi cincuenta, en la década de los años 80 del siglo XIX, Ethel había hecho amistad con un escritor a quien conoció en Florencia. Henry Bennet (Harry) Brewster era angloamericano, aunque había nacido en París en 1850. Era uno de los descendientes del predicador anglicano William Brewster uno de los colonizadores que viajaron en el barco Mayflower rumbo a América en 1620. Harry introdujo a Ethel en el estudio de Sócrates, Platón y de los dramaturgos clásicos de la Grecia Antigua. Autodidacta, adinerado, pero nada pretencioso, Harry vivía, en muchos sentidos, apartado del mundo moderno. Su verdadera pasión intelectual eran la metafísica, la filosofía, las religiones orientales y la literatura francesa de la época. Harry y Ethel eran de temperamento y personalidades muy opuestos, pero disfrutaban acompañándose el uno al otro. Ethel era lesbiana y Henry fue uno de los pilares de su vida. Aunque no era dramaturgo, ayudó a Ethel en la elaboración de los libretos de sus tres primeras óperas. Fueron amigos hasta la muerte de Harry en 1908.

En 1891, H.B. Brewster publicó The Prison: A Dialogue, un diálogo platónico entre cuatro amigos que se reúnen para leer un texto recientemente descubierto y que, supuestamente, ha escrito un prisionero en la víspera de su ejecución. Para comentar los problemas filosóficos que encuentran en el texto, cada lector pone voz a un método filosófico distinto: supranaturalista, neoplatónico, cristiano y positivista respectivamente.

Cuatro años después de la muerte de su amigo, en 1912, Ethel había sido detenida durante la campaña de las sufragistas, como socia del Sindicato Social y Político de Mujeres la Sra. Pankhurst. La juzgaron y la sentenciaron a dos meses en prisión en la cárcel de Holloway por haber cometido el delito de lanzar piedras a la casa del Secretario Colonial habiendo roto una de las ventanas. En la cárcel pasó sólo tres semanas, suficientes para organizar un coro de compañeras sufragistas, también prisioneras, quienes cantaron su Marcha de las mujeres en el patio de la prisión mientras Ethel las dirigía moviendo un cepillo de dientes a modo de batuta entre los barrotes de su celda.

Durante la Primera Guerra Mundial, Ethel empezó a notar los primeros síntomas de una incipiente sordera y de una audición distorsionada que cada vez más le dificultaban dirigir sus propias obras o mantener conversaciones. Durante esos años, también perdió muchos contactos profesionales y oportunidades de interpretar sus obras. Tras la guerra, en 1919, con el coraje típico de quien afronta con valentía los desafíos vitales, Ethel decidió «afinar su segunda cuerda» y comenzó a escribir libros —diez en total— de memorias, viajes y retratos biográficos. Los libros se convirtieron en su nuevo propósito de vida: le traían ingresos, nuevos amigos… Entre esos nuevos amigos se encontraba Virginia Woolf, a quien conoció en 1930. Surgió un nuevo público que sabía valorarla como escritora, incluso en América del Norte. Creía que su carrera como compositora estaba condenada al silencio, un silencio que cada vez se hacía más evidente y lo llenaba todo…

Ethel Smyth Salzburg

En 1925, Ethel se embarcó en una agotadora gira de seis semanas por Grecia. En aquellos días, todavía le embargaba un sentimiento de pérdida; la muerte le daba pavor. En la preparación de ese «viaje a la antigüedad», Ethel estudió las traducciones al inglés de los Himnos homéricos, Hesíodo, Fedro, Hipólito… Fue entonces cuando releyó el libro que su querido y difunto amigo Harry había publicado en 1891, The Prison: A Dialogue. Cinco años más tarde, en 1930, la obra se reimprimió con una memoria de HB Brewster escrita por Ethel.

La relectura del libro la llevó a componer, ya sorda, la que fue su última gran obra, La prisión, una sinfonía para voces e instrumentos. Para su sinfonía, Smyth eliminó los comentarios del libro de Harry, aunque retuvo el concepto del diálogo derivado de las propias palabras del Prisionero. El Prisionero (bajo-barítono), confinado solitariamente y sufriendo un tormento interior, a pesar de ser inocente, conversa con su Alma (soprano) acerca del inminente final de la vida y de cómo prepararse mejor para afrontarlo. Por medio de la contemplación y de la conducta ética, el Prisionero aspira a separar el yo del ego para liberar la mente, el cuerpo y el alma prisioneros de las cadenas del deseo. De ese modo obtendrá la liberación espiritual.

La partitura de La Prisión está encabezada por las que se suponen que fueron las últimas palabras de Plotino, el antiguo filósofo griego al que Harry tanto admiraba:

Estoy esforzándome por hacer elevar lo que de divino hay en nosotros a lo que hay de divino en el universo.

Sin embargo, en una nota al programa del estreno de La prisión, Ethel escribió que utilizaba el título de ‘sinfonía’ en minúscula, porque denotaba más una antigua idea griega de ‘concordancia’ de sonidos dulces y no tanto  el género orquestal de la sinfonía. No es ni sinfonía coral ni sacra. En muchos sentidos, esta obra es un recuerdo del pasado, del pasado de Ethel Smyth, muy simbólico e íntimo. Aparecen fragmentos de obras anteriores: una coral alemana a cuatro voces Schwing dich auf zu deinem Gott, que compuso en Florencia cuando conoció a Harry y a quien se la dedicó. Ahora se convierte en el Preludio coral en la capilla de la prisión, entre las Partes I y II de la sinfonía.

Ethel ya solo podía escuchar los sonidos de la naturaleza en su imaginación. En la Parte I, titulada Cercano a la libertad, aparecen el ‘piar de las golondrinas’ y el ‘canto del tordo’.

En la Parte II, Liberación espiritual, Ethel utiliza unas melodías modales de la antigua Grecia que había anotado cuando estuvo en el museo de Esmirna durante su viaje por aquellas tierras. Ethel utiliza la melodía del Epitafio de Sícilo para producir un maravilloso efecto arcaizante mientras el coro canta la indestructibilidad de las pasiones humanas.

Hacia el final de la partitura, Ethel inserta la melodía militar de The Last Post, un emblema de las ceremonias funerales. Para Ethel, hija de un general y criada al lado de una base militar, esta melodía tenía mucho sentido. La muerte de Harry aún la perseguía. No en vano, en el postludio, el Prisionero pronuncia las palabras de Harry:

…¡que haya banderas y música! Esto no es una despedida…
 Soy la alegría y el pesar –…la risa y el orgullo–
El amor, el silencio y la canción.

Aquel 19 de febrero de 1931, cuando Ethel Smyth tomó la batuta, venció todas las adversidades y dirigió La Prisión: se liberó. Cinco días más tarde, Adrian Boult dirigió el estreno londinense en el Queen’s Hall. Ethel viviría trece años más; falleció en 1944 a los 86 años. Quienes quieran escuchar una espléndida interpretación de esta obra, que presten oídos a la magnífica grabación que han hecho en 2020 —el año de la pandemia y del confinamiento— James Blachly al frente de la Orquesta y Coro «Experiential» junto con la soprano Sarah Brailey y el bajo-barítono Dashon Burton.

Michael Thallium

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Paco o la indefensión aprendida

Paco está vivo. Llegué a darle por muerto. Hacía más de un año que no nos habíamos vuelto a cruzar. Desde que lo conocí —y de esto hace ya casi doce años—, Paco siempre había sido el «señor mayor» del gimnasio que no falta ni un solo día. Ayer volví a verlo. Por mi pereza a ir al gimnasio desde antes del confinamiento del 14 de marzo de 2020 en que cerraron el gimnasio y luego por una mezcla de pandemia y pereza en partes iguales —bueno no, iguales no, que en mí vence la pereza— por la pandemia, el caso es que no lo había vuelto a ver. Y es verdad que en más de una ocasión durante todos estos meses me he preguntado: ¿qué habrá sido de Paco? Me alegró volverlo a ver ayer. Estaba yo preparándome para ducharme en el vestuario y, de repente, oigo una voz que me saluda. Miro, y ahí estaba él vestido, con una gorra y una mascarilla: ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás?. Más de un año. Paco tendrá ahora 85 u 86 años. Desde que lo conozco, no perdía ni un solo día de ir al gimnasio. Tiene uno de esos raros privilegios de algunas personas mayores: buena salud. La palabra anciano a él no le pega, porque no aparenta la edad que tiene. No hemos sido amigos, sino conocidos de gimnasio. La corta conversación que mantuve con él ayer en el vestuario del gimnasio resume estos doce últimos años y los más de los últimos doce meses en particular. ¿Qué haces por aquí?, le pregunto. He venido a dar una vuelta, que hacía mucho tiempo que no venía, responde. No te creas, yo también llevaba mucho tiempo sin venir; lo he retomado hace dos semanas, digo. Lástima, oye, con lo bien que te quedaste, que te quitaste la barriga y ahora otra vez… Paco es uno de los pocos testigos de que sí, de que en algún momento durante estos años desde que nos conocemos logré deshacerme del barrigón que ahora tengo. La comida y la desmotivación lo han hecho volver a aparecer. ¿Ya no vienes al gimnasio? No, desde que empezó esto de la pandemia, no he vuelto. Me han quitado el gimnasio y me han quitado la vida, dice Paco un poco tristón. Hasta que no se normalice la situación o se generalice la vacuna, no volveré. Tengo miedo…

Paco se aferra a la vida. Quiere vivir, pero vive con miedo a morirse. Supongo que habrá muchas más personas a quienes les ocurra lo mismo. La mayor parte del año 2020 y el comienzo del 2021 han sido los meses para la creación de dos grandes laboratorios mundiales: uno científico para conseguir una vacuna contra reloj y otro social para hacer que muchos millones de personas aprendan a estar indefensos a toda prisa. El primero de los laboratorios, el científico, es bastante cuantificable; el segundo, mucho menos cuantificable, es más interesante: haz sentir indefenso a alguien y lo controlarás casi todo. Quienes atinen a estudiar este fenómeno, descubrirán dentro de algunos años —no muchos— quién controló, quién fue «el salvador». Suele decirse que hay dos cosas que mueven el mundo: el amor y el miedo. Me alegró volver a ver al «señor mayor» del gimnasio. No sé cuándo ni si volveré a verlo. Paco ha dejado de hacer algo que hacía todos los días. Paco tiene miedo.

Michael Thallium

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